Ya han pasado unas semanas desde
que recuperé el conocimiento y desperté.
En cuanto abrí los ojos me
encontraba en la camilla de un hospital, con un dolor de cabeza atroz y
numerosos cables que me mantenían atada a unas máquinas. Lo más intrigante era el
cómo había conseguido mantenerme con vida.
Tan pronto como las enfermeras
vinieron a mi habitación, me realizaron una serie de exámenes y comprobaciones para
verificar en qué estado me encontraba.
Mi primer objetivo fue respirar
por mí misma, lo cual conseguí a los pocos días. Así fue cómo me deshice del molesto respirador. En cuanto a los exámenes verbales, los resultados fueron
espectaculares. En seguida volví a hablar a la perfección, sin necesidad de
empezar desde cero.
Los médicos me dijeron que mi
recuperación estaba siendo todo un éxito. Tras llevar en coma profundo
ocho semanas, resultaba casi imposible la facilidad que había tenido, ya que muchas personas necesitan volver a aprender a hablar y a caminar…y que incluso
algunas, ni lo conseguían.
Al parecer, podía sentirme "afortunada"…
***
Miré a mi alrededor, observadora
como siempre. El despacho del doctor Evans era bastante amplio y estaba
organizado con meticulosidad.
El suelo gris impoluto, los
asépticos muebles blancos que combinaban con el resto del hospital y el robusto
escritorio que se localizaba en el centro, recibiendo toda la luz que brotaba
con fuerza del techo.
Sobre él todo estaba
jerárquicamente situado. Un ordenador antiguo y un conjunto de bolígrafos en un
cubilete negro. Nada más. Allí, lo único que no parecía encajar eran las
paredes verdes desconchadas a causa de la humedad (debido a la permanente
lluvia de Londres).
En aquel momento el doctor
estaba de espaldas, buscando en uno de los muebles que había supuesto que
contendrían la información de todos sus pacientes. Aguardé mientras miraba mis manoletinas color perla,
aunque, tal y como supuse, no tardó mucho. Debía de tenerlo todo por orden
alfabético y escrupulosamente organizado.
Con movimientos lentos, tomó
asiento en su butacón beige y comenzó a ojear los papeles que extrajo de un portafolio
en el que se leía mi nombre con letras mayúsculas.
ELLIE
GRACE PEARSON
No era la primera vez
que estaba allí, ni mucho menos la primera vez que estaba con el doctor Evans. Todo
aquello formaba parte de un conjunto de acciones que se repetían continuamente,
en el mismo orden y de la misma manera, así que ya sabía lo que iba a hacer a
continuación, porque estaba escrito en el guión. Primero, me preguntaría cómo
me encontraba, si había notado algún síntoma diferente. Y después, me dejaría
marcharme a mi habitación.
El doctor tendría
unos treinta años. Su repeinado cabello castaño y su rostro, dibujado de
jóvenes arrugas, desprendían una armonía inigualable. Me parecía gracioso cómo
se atusaba el bigote bien arreglado una y otra vez y cómo sus ojos pequeños, de
tonalidad marrón, se dirigían a mí, siempre atentos, sin dejar pasar por alto
un detalle. La sensación que me producía ese hombre era reconfortante y me
llenaba de calidez.
En un gesto rápido,
alzó la vista por encima de sus gafas rectangulares y me miró.
-¿Cómo te encuentras
hoy, Ellie?
-Bien-respondí. Era
verdad.
-¿Has notado algún
síntoma nuevo? ¿Migrañas? ¿Mareos? ¿Dificultad para respirar o moverte?-Primera
pregunta. Los síntomas nuevos.
-Nada de nada. Me
encuentro genial.
-Si fuera por ti, ya
te hubieras marchado de aquí, ¿me equivoco?-El doctor rió a medias y yo asentí
suavemente con la cabeza-. Todo a su tiempo, Ellie. Es cierto que tu recuperación
ha sido más que exitosa; milagrosa, incluso. Pero no se puede bajar la guardia
ni un instante. No puedo dejar que recaigas. Eres muy joven, tienes vida por
vivir -me miró con evidente preocupación y su vista volvió al portafolios-. ¿Cómo
van tus recuerdos?
-Todavía mal. Están
anulados, perdidos. Lo último que recuerdo es que mis padres y yo nos íbamos de
viaje. Y luego, el accidente.
Lo miré con el ceño
fruncido, bastante frustrada. Él se toqueteó el bigote, asintiendo.
-Sí, al parecer así
fue. Os encontrabais a punto de salir de Londres, ya en la autopista, y vuestro
coche colisionó con otro de una forma muy violenta. Gracias a Dios, las
ambulancias te encontraron y, curiosamente, bastante alejada del lugar donde se
produjo el accidente -el doctor frunció los labios un instante-. Ellie, siento
muchísimo lo de tus padres. Como ya te he dicho bastantes veces, cuando les
encontramos, ya no se podía hacer nada por ellos. Eran buenas personas. Y tu
padre, un gran hombre- su voz fluía lentamente, como si tratara de avanzar con
cuidado.
Yo me encogí en mi
asiento, tratando de no parecer incómoda y asustada. Aunque nunca lo admitiría,
cada vez que recordaba que había perdido a mis padres, me hundía por completo.
Y en ese momento, además, estaba sorprendida por las palabras que estaba
escuchando. Parecían ser diferentes. Parecía querer decirme algo nuevo. ¿Me
estaría equivocando? El doctor prosiguió:
- ¿Continuas sin
recordarme, Ellie?
No, no me equivocaba.
Miré su expresión teñida de esperanza, y negué lentamente, cansada de mi vaga
memoria. ¿Yo conocía al doctor Evans? ¿De qué?
-Colaboré con tu
padre -se apresuró a añadir-. Él era un buen investigador, un científico.
Trabajaba en los laboratorios de este hospital y más que un compañero, yo le
consideraba un amigo. Debes saber que tú lo eras todo para él y que habría
hecho lo que fuera por ti. Además, estoy seguro de que estaría muy feliz si
supiera que aún sigues con vida.
Sonrió tristemente y
me miró. Un nudo me arañaba la garganta. No sabía cómo asimilar tanta
información. Lo único que yo quería era que ellos vivieran y que nada de esto
hubiera sucedido. Agaché la cabeza y enlacé mis manos, que me parecían pequeñas y temblorosas.
-¿Puedo hacerle una
pregunta? -Alcé de repente la mirada, hasta toparme con la suya. Esperé a que
asintiera.- ¿Por qué me cuenta esto ahora? Me refiero, si conocía a mis padres,
si me conocía... ¿Por qué ha esperado tanto tiempo? Tal vez me hubiera ayudado
saberlo antes, ¿no cree?
La ansiedad colgaba
de mi voz.
-No te lo iba a
contar en cuanto recuperaste la conciencia. Tenía que dejar que progresaras
primero, que te fueras desenvolviendo y avanzaras. De todos modos, supuse que
no te acordarías. En cuanto volviste en sí, estabas demasiado perdida. Comenzaste
a gritar y a llorar, preguntando por tus padres. Era lo único que recordabas.
Debe ser muy difícil despertar con la mente totalmente en blanco -el doctor me
observó suspirando hondamente y compuso una expresión compasiva.- No voy a
mentirte, Ellie. Es muy difícil que recuperes tu memoria por completo, e
incluso es posible que hayas olvidado momentos para siempre. Pero no pasa nada -terció con una pequeña sonrisa-, es normal que te sientas un poco perdida, pero
ahora tienes que tener paciencia contigo misma. Esta es tu nueva vida. Una
nueva oportunidad. Ten en cuenta que es como si volvieras a nacer, a conocerte.
Tu cerebro ha sufrido demasiados traumatismos y no estaría nada bien que
forzaras la maquinaria. Es mejor que te recuperes con calma. Aunque, teniendo
en cuenta lo exitosa que ha sido tu evolución desde que despertaste, no creo
que tengas ningún problema para desarrollar una vida completamente normal.
Cuando su voz murió, me
dedicó un cálido gesto que no logró tranquilizarme del todo. Ni siquiera sabía
si tenía interés por recuperar mi memoria. Tras saber que mis padres habían
fallecido, no eché de menos a nadie en especial, más que nada, porque lo poco
que recordaba era no tener más familiares. Suspiré una gran bocanada de aire
para tranquilizarme, al sentir la soledad apuñalando con fuerza mi corazón.
-¿Te sucede algo, Ellie?
Fui al grano. Como
siempre.
-Verá...Me gustaría
saber, doctor Evans. Ahora, ¿qué va a suceder conmigo?
Le miré a los ojos con
cautela esperando que su respuesta pudiera calmarme. Que me adoptaran mis
padres fue lo mejor que me había pasado en la vida. Por lo visto, mis padres
biológicos me abandonaron en un orfanato en Londres cuando era apenas un bebé. A
los 10 años mis padres me acogieron. Por desgracia, sabía lo que significaba
tener 17 años recién cumplidos y estar sola…Volver a un orfanato.
-De eso quería
hablarte también, pero tú, Ellie, siempre vas un paso por delante. Afortunadamente,
tengo buenas noticias para ti -¿buenas noticias? Mi inquietud me acariciaba el pecho-. Ha llamado un familiar preguntando por ti.
Alcé las cejas. Esto
sí que no estaba en el guión.
-¿Un...familiar? -Musité,
terriblemente confundida.
El doctor rebuscó con
cuidado entre los papeles que tenía en sus manos y al encontrar el que andaba
buscando, se recolocó las gafas.
-Un hermano.
Hermanastro -se corrigió-. Tiene 20 años y se llama Alex. Es hijo biológico de
tus padres- por un momento, se detuvo y centró sus ojos castaños en mí,
comprobando cómo asimilaba sus palabras. Estaba desconcertada-. Hace algunos
días llamó pidiendo tu custodia insistentemente. El juez ha considerado que es
la mejor opción, así que tendrás que irte a vivir con él a California, al
menos, hasta que cumplas la mayoría de edad.
Sin añadir nada más,
recolocó todos los papeles chocándolos contra la mesa. Después, volvió a
meterlos en el portafolio.
-¿Usted le conocía?
¿Sabía que mis padres tenían un hijo? -Pregunté angustiada.
-Lo cierto es que no -me respondió, con un encogimiento de hombros. Parecía ser sincero-. En cuanto
recibí su llamada, investigué y encontré los archivos que hablaban de su
existencia. Lo siento, Ellie, pero no puedo desvelarte nada más de él, no estoy
autorizado -sus últimas palabras fueron más bien un rápido susurro. Resoplé
con pesadez-. En cuestión de días tu marcha estará preparada; mientras tanto,
podrás permanecer aquí. Nos mantendremos en contacto, me gustaría saber cómo
vas mejorando. Y si tienes alguna pregunta, no dudes en llamarme, sabes que aquí
estoy para lo que necesites -asentí distraída. No era fácil asimilar todo eso.
El doctor se dio cuenta. Su voz era enternecedora-: Escucha, sé que todo ha
sucedido muy rápido y ha sido un duro golpe, pero no puedes abandonar. La
función debe continuar, hay que seguir adelante -él se levantó despacio y yo
hice lo mismo. Para mi sorpresa, me abrazó cálidamente-. Me alegro de que estés
recuperada, Ellie.
Después, me sonrió con
amplitud y me acompañó hasta la puerta con una mano apoyada en mi hombro. Yo
salí de su despacho con expresión incrédula, tras agradecerle sinceramente todo
lo que habían hecho por mí.
En cuanto sentí la
puerta cerrándose a mis espaldas, me alejé de allí. Necesitaba pensar, estaba muy
confusa, enfadada y a la vez aliviada. Al menos, no iría a un orfanato, pero
igualmente, era demasiado todo lo que me había dicho.
¿Un hermano? ¿Por qué
me lo habían ocultado? Mis padres nunca me habían hablado de él. Y entonces, ¿por qué me habían adoptado a mí?
Además, ¿Por qué ahora tenía interés en que me fuera a vivir con él y cómo
sabía de mi existencia?
Me propuse esperar a
conocerle para que me diera las respuestas que andaba buscando mientras salía
del hospital con ansiedad y llenaba mis pulmones de aquella mañana de otoño
recién nacido en la que todo decidió cambiar.
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