<<Capítulo 18. Desaparecidos
Buenas a tod@s, peques. Aquí estoy otra vez disculpándome por no haber puesto un relato el sábado.
Buenas a tod@s, peques. Aquí estoy otra vez disculpándome por no haber puesto un relato el sábado.
Un día de esta semana tendréis algo, lo prometo. No me enrollo más. Aquí tenéis capítulo de hoy y espero que lo disfrutéis, porque esta historia está llegando ya a su fin. Besos infinitos ♥
A las ocho sale su avión. Ahora
son las cinco y la única persona que ha entrado por la puerta
ha sido Mateo, el padre de Víctor y Lucía. Aroa está
sentada en el sofá. No deja de mover la pierna con nerviosismo
y mirar constantemente la hora. Dentro de poco saldrán rumbo
al aeropuerto y no volverá. Nunca. Suspira profundamente y se
tapa la cara con las manos. No comprende dónde se ha podido
meter Víctor y su impaciencia le recorre frenética las
venas, haciendo que su corazón le lata en las sienes.
-Aroa, cielo, vamos a ir saliendo
ya.-Carol le sonríe, pero esta vez nada logra tranquilizarla.
Sin tener consciencia de sus actos,
asiente y se dirige a su habitación para coger su equipaje. Mira
su dormitorio. La última vez que estará allí. La
última vez que ha amanecido en esa cama azul pálido.
Se estremece. Al menos espera que ayer no fuera el último beso
que le dio a Víctor.
♥♥♥
En veinte minutos están el el
coche. El Mercedes blanco avanza tranquilo por la ciudad. Aroa mira
por la ventana buscando algo, alguien. Tal vez espera encontrar la
mirada de Víctor... Traga saliva. En ese momento, hasta el débil
hilo musical procedente de la radio del coche acelera sus latidos y
su nerviosismo. Le va a dar algo.
El trayecto se hace más rápido
de lo normal. Aroa no ha abierto la boca y únicamente se ha
dedicado a contestar con movimientos leves de cabeza a lo que los
padres de Víctor le preguntaban. Ya está en el
aeropuerto. Apenas hay gente.
-¿Y Lucía?-Mateo frunce
el entrecejo y mira a Aroa.
-Ella tendría que estar por
aquí.-La preocupación es más que visible en el
rostro de Aroa, que parece tornarse pálido. Mateo parece darse
cuenta y sonríe levemente. Ella casi nunca lo ha visto
sonreír.
-Tranquila, Aroa. Todo va a salir
bien.-Suena tan cálido que Aroa se replantea creerle.
-Voy a buscarla. En seguida vuelvo.
Aroa se aleja de ellos. Necesita
respirar. No quiere portarse mal con ellos, no se lo merecen. Coge
aire y suspira profundamente. Se recorre el aeropuerto a paso ligero,
fijándose en la gente. Necesita encontrarlos. De pronto, unas
manos la sacuden por la espalda.
-¡Bu!-Lucía sonríe,
pero Aroa se lleva una mano al pecho, donde su corazón late
enloquecido.
-Joder, me has asustado, burra.
-Lo siento.-Lucía pone cara de
niña buena y Aroa la abraza con algo de ansiedad. Necesita
sentirse entre los brazos de alguien. Necesita seguir creyendo en que
todo va a salir bien. Lucía se sorprende ante el gesto de
Aroa, pero la envuelve entre sus brazos hundiendo su mano en su
cabeza, masajeándola con movimientos calmados. Aroa siente más
que ve la sonrisa de Lucía en su cuello. Las lágrimas
comienzan a empujarse en los ojos de Aroa. Intenta evitarlas pero una
a una empiezan a resbalar por sus mejillas, hasta caer en la camiseta
de Lucía y mojarla. Lucía siente las lágrimas y
la estrecha aún más en sus brazos.
-¿Todo va a salir bien?-Lucía
sonríe con dulzura. Y por un momento, lo entiende. Entiende
que es posible que ella haya sido la única en verla de aquella
manera, la única persona que la haya visto desmoronarse hasta
el punto de no controlarse. Es su mejor amiga. Y no quiere perderla
nunca.
-Todo. Ya verás lo feliz que vas
a ser, princesa.-Lucía incrementa el ritmo de las caricias y
Aroa se calma. Ella no miente. Sabe que tras lo sucedido, merece ser
feliz. Y sabe que va a lograrlo. Lucía le aparta la cara con
extrema delicadeza y la mira a los ojos. Parecen estar más
calmados, más vivos. Lucía sonríe y Aroa le
devuelve una diminuta mueca que no puede considerarse sonrisa.
-Ven, vamos a esperar a Vero.-Lucía
toma la mano de Aroa y la arrastra hasta una entrada.
A los minutos, por la calle aparece
Vero. No tiene buen aspecto. Está pálida y ojeriza,
viste un pantalón de chándal y su pelo enmarañado
carece de vida. Aroa y ella se funden en un abrazo. Pero Vero no
llora. Parece no tener sentimientos, sus ojos parecen cristales
destrozados. Su interior está lleno de arañazos
invisibles y sus labios se han convertido en una fina línea
inexpresiva.
-Lo siento.-Aroa es lo único que
puede susurrar, su aspecto le impone. Jamás la había
visto así.
Vero parece negar con la cabeza de
manera imperceptible.
-No pasa nada.-Su voz rota y cansada
desarma a Aroa, que cada vez tiene más ganas de pegarle una
bofetada al tal Marcos.
-Qué pena que te vayas ahora,
Aroa. Podríamos haber estado las tres juntas pasándolo
genial y olvidando cosas innecesarias.-Lucía guiña un
ojo y gira sobre sus talones.-Vamos con mis padres, anda.
♥♥♥
Son las seis y media. Aroa debe
embarcar ya. La cabeza le martillea constantemente y siente su pulso
retumbando en sus oídos. Víctor no ha aparecido. Nadie
sabe dónde ha podido meterse, aunque ella es la única
que realmente está preocupada. Necesita verlo. Decirle que lo
quiere, que se alegra de haberse dado cuenta de tantas cosas, que ese
verano ha sido especial y que no quiere dejarlo marchar. Tenía
que haberle preguntado si su promesa era cierta, si él se
marchará a Nueva York como dijo, si no la olvidará, si
lo suyo no fue simplemente un rollo pasajero. Una lágrima se
desliza inocente por su mejilla. Ella se la limpia en un suspiro.
Debió suponer antes que las promesas no existen.
-Aroa, cariño.-Carol habla, pero
ella ya está refugiada entre sus esbeltos brazos. La mujer
sonríe.
-Aunque no me las quieras aceptar,
seguiré dándote las gracias.-La voz de Aroa suena ronca
por culpa de las lágrimas que está guardándose.
Carol sonríe con una mueca
melancólica mientras Aroa se abraza con Mateo.
-Vamos a echarte de menos.
-Y yo a vosotros, Mateo.-Aroa le mira a
sus ojos castaños y sonríe.-Ya me dirás si el
Real Madrid gana algo este año.
Mateo suelta una carcajada sincera.
-Te mantendré informada.
Aroa mira a Lucía y Vero. Una
tan feliz y la otra tan falta de vida. Le hubiese gustado verlas
felices a ambas. Se acerca a ellas y las da un fuerte abrazo a la
vez.
-No os imagináis lo mucho que
voy a extrañaros.
-Y nosotras.
Aroa se separa y se acerca a Vero. Le
sujeta la cabeza con las manos y le obliga a mirarla. Ambas lloran un
poco, emocionadas.
-Sé feliz, pequeña. Nunca
dejes que nadie te corte las alas. Sonará estúpido o
cursi, o lo que tú quieras, y aunque yo no soy la más
indicada para decírtelo, te pido que nunca cambies. Y no dejes
que nadie lo haga. Sé tú para siempre, hasta el fin del
mundo. Recuerda que nadie vale tanto como tú y que nadie puede
hacerte llorar. Espero verte sonreír pronto, porque voy a
estar llamándote por Skype hasta que consiga que te duelan los
labios de tanto reírte.-En la pálida boca de Vero se
dibuja una pequeña sonrisa y Aroa la abraza, estrechándola
contra a ella con todas sus fuerzas.
-Espero volver a verte, amiga.-Vero
susurra débilmente, lo que las lágrimas le permiten.
Aroa la escucha.-Gracias por todo.
-Nosotras siempre estaremos juntas y tú
lo sabes. Nunca dejes de ser la Vero descarada que todas queremos ver
brillar.-Aroa le estampa un beso en la mejilla y esta vez, Vero llora
como nunca.
Aroa se acerca a Lucía y le da
un gran abrazo.
-Y tú cuídate mucho, no
me olvides y sé feliz mucho tiempo, por favor.-Lucía
sonríe entre las lágrimas rebeldes que resbalan por sus
mejillas.
-Eres tú la que tiene que
disfrutar de la vida y no olvidarme. Cómete el mundo, Aroa. Y
sí, puedo asegurarte que todo va a salir bien.
Sus sonrisas se reflejan la una en la otra, iluminadas y rodeadas de lágrimas.
-Adiós a todos. Os quiero.
-Y nosotros a ti.-Responden casi al
unísono.
En cuestión de segundos Aroa
comienza a alejarse con una triste sonrisa llena de lágrimas.
Levanta la mano y comienza a sacudirla al aire. Los cuatro le
responden con la mano alzada.
Comienza a alejarse de todo. Deja atrás
a la pequeña Lucía, más madura y mayor.
Deja atrás a la despampanante Vero, en la que también parece dejar su huella el amor. Deja atrás a Víctor con su
corazón, dondequiera que se haya metido. Y deja atrás
Madrid, con todo lo que ha vivido en él.
Aroa suspira y se aleja, dejando atrás una promesa que quizá se haya roto antes de ser sellada.
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