Bien, al fin había terminado de
hacer la maleta. Aroa suspira y se sienta en la cama. Mira el reloj
del portátil. Sólo son las nueve de la mañana. No
ha podido permanecer más en la cama y se había
levantado para empezar a prepararlo todo. Claro que eso no hubiera
sucedido si Víctor hubiera amanecido con ella, pero ese día
no había sido así. Sus mejillas comienzan a arderle
debido al rumbo de sus pensamientos y su mirada se pierde en la
ventana, tratando de distraerse.Ya se está acabando agosto y
ese sería su último en día en Madrid. Lo echará
de menos, como siempre, pero volverá a Nueva York a seguir con
su vida y no volverá más. Ya no. Pase lo que pase con
Víctor, no está dispuesta a volver a pasar por
situaciones comprometidas. Unos vagos golpecitos en la puerta
sobresaltan a Aroa.
-Adelante.-Musita, volviendo a la
realidad.
Un flequillo negro azabache y unos ojos
azules se asoman por la puerta. Es la madre de Víctor, Carol.
-¿Se puede?-Esboza una gran
sonrisa contagiosa y Aroa se la devuelve, encantada.
-Pasa, por favor.
Carol se acerca a la cama y se sienta
junto a Aroa. La pasa un brazo por el hombro y la estrecha hacia sí.
Aroa se deja hacer y se relaja escuchando los pausados latidos de su
corazón. Para Aroa, ella es su segunda madre. Es una mujer tan
alegre que inmediatamente llena de buen humor y tranquilidad a todo
el mundo.
-Mi Aroa ya se marcha. Te vamos a echar
de menos.-Le besa en la frente y Aroa sonríe totalmente
sosegada.
-Y yo a vosotros. No sé cómo
agradeceros todo lo que habéis echo por mí.
-Sabes que no me gusta que me den las
gracias y que aquí siempre eres bienvenida.-Aroa sonríe.
Esta mujer es encantadora.-Y ahora baja a desayunar, que he hecho
tortitas y sé que te encantan.
Carol se pone de pie y le guiña
un ojo a Aroa, que sonríe entusiasmada.
-En seguida bajo. Gracias, Carol.
-Haré como si no hubiera oído
nada.
Aroa suelta una carcajada ante la mueca de la mujer y se pone de
pie lentamente. Sale de su cuarto y repara en el inmenso silencio en
que la casa está sumida. Automáticamente, se asoma a la
habitación de Víctor. Nada. No hay nadie. La cama está
extrañamente hecha y todo bien organizado. Está
desconcertada. Con el ceño fruncido, se dirige a la habitación
de Lucía. Tampoco hay nadie. ¿Dónde se habrán
metido esta mañana?
-Carol, ¿sabes dónde están
los chicos?
La mujer está llenando dos tazas
de leche y se gira para mirarla. Ladea la cabeza un segundo como si
estuviera pensando y poco después vuelve a sonreír,
recuperando su expresión alegre habitual.
-Lo cierto es que acabo de levantarme y
pensé que tú tampoco estabas aquí.-Saca unas
cucharas de un cajón y las coloca con cuidado en la mesa.-Pero
no tengo ni idea de dónde pueden estar.
Aroa agacha la cabeza, preocupada. Sólo
espera verles antes de que se marche. No entiende por qué no están hoy. Carol parece reparar en su
preocupación y la acaricia el pelo con infinita ternura.
-Tranquila, Aroa. Seguro que vuelven en seguida. Tú no te preocupes y disfruta de tu último
día, ¿vale?Aroa asiente poco convencida ante la amplia
sonrisa de Carol y su mirada se pierde en el suelo de la cocina. Su último día. Se
estremece sólo de pensarlo. ¿Qué pasará a
partir de ahora?
Y con ese pensamiento, se sienta en una silla, con
unas ganas enormes de comer tortitas.
♥♥♥
Las manecillas del reloj parecen no
querer avanzar. Son las cuatro de la tarde y aún no han
aparecido ninguno de los dos. Aroa está tumbada en la cama,
sin saber lo que hacer. Se ha arreglado y ya se ha vestido con los
vaqueros oscuros y la camiseta blanca que tenía preparados.
La última hora se la ha pasado
del espejo, al portátil y de nuevo a la cama, en todo momento
con el móvil en la mano. Ha llamado muchas veces a ambos y no
sabe nada de ninguno. De repente, recibe una llamada. Aroa tarda un
segundo en responder, ni siquiera mira quién es.
-¿Si...?
-¡Aroa!-La voz de Lucía es
un chillido ensordecedor.
-¿Se puede saber qué te
pasa? ¿Por qué desapareces hoy dejándome aquí
sola?
-Perdona, perdona. Sé que no me
he comportado correctamente. He estado toda la mañana con
Aitor.-Aroa sonríe poniendo los ojos en blanco aunque se
alegra de que todo haya terminado bien entre ellos.- Perdóname,
porfa, porfa.
-Tranquila, Lucía. Pero ven
cuanto antes, por favor. Por cierto.-A Aroa le cambia la voz, se
vuelve más dulce.-¿No estás con Víctor?
-¿Con Víctor? Ya te he
dicho dónde he pasado la mañana.-Lucía suelta
una risita.-No sé nada de él. ¿Por qué?
¿Ya lo echas de menos?
Aroa enrojece. Su relación es más que evidente y a Lucía no se le ha pasado por alto.
-Estás siendo tan irritante como Vero.-Aroa sacude la cabeza bromeando y cambia de tema.-Oye, ¿qué
sabes de Vero?
-Deberías llamarla. He hablado
antes con ella y me ha dicho que vendría al aeropuerto a
despedirse de ti, pero ha tenido problemas con “el de los ojos
oscuros”-Lucía se ríe al imitar a Vero, pero se
recompone al segundo.-Fuera bromas, está echa polvo.
-Joder. Ahora la llamo. Y tú ven
ya.
-Mira, yo ya estoy en el aeropuerto. La
casa de Aitor está aquí mismo así que no he
tardado nada en venir. Mamá te traerá con papá.
Ahora nos vemos, cielo. Muaaa.
Aroa mira su móvil. Está
boquiabierta, Lucía la ha colgado. Es increíble cómo
ha cambiado desde que está con Aitor. Está más
despierta y se la ve más feliz. Sonríe. Está
contenta de que todo le haya salido bien. Marca el número de
Vero. ¿Qué le habrá hecho Marcos? Suspira
profundamente al pensar eso. ¿Y a ella? ¿Qué le
habrá hecho Víctor? ¿Y dónde se habrá
metido ese día que tanto lo necesitaba?
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